Con su paso un-dos, ahora avanza la muerte
con su paso un-dos, con su paso un-dos,
el paso que le marcan generales solemnes.

Husmean en sus mapas con reglas y compases,
señores de la guerra,
buscadores de vidas, buscadores de sangres.

De par en par los ojos
y en los ojos la niebla,
hay un niño en silencio...

Con sus muchas medallas de lata rutilante,
con su paso un-dos, con su paso un-dos.

... en los ojos del miedo,
otro niño escuchando
el reloj de su hambre.

Imponentes, deciden "hasta aquí la nación".
Luego se condecoran con su paso un-dos,
con su paso un-dos, con su paso un-dos.

Si suena la trompeta
si el tambor os convoca,
si llama el General...

La oquedad de los pechos resuena en las arengas.
Relumbran las medallas de lata rutilante
que ganan con la muerte.

... equivocad el paso,
ese paso un-dos,
ese paso un-dos...

Y la muerte, si llega con su paso, es temprana,
con su paso un-dos, con su paso un-dos.

... equivocad el paso,
ese paso un-dos,
ese paso un-dos...


(C) Francisco Álvarez Velasco
Voces:
Francisco Álvarez Velasco
María García Esperón


Música
Le chant des partisans
L'origine nascosto L. Einaudi
Realización
MGE
MMXI




Nun s’apagó, como dicen
los que quisieren callala.
Tien enceses les ventanes, nótense-y
les vigues firmes y el firme
bien asentáu. Siéntese’l fueu chispiar,
siéntese ferver l’orguyu. Vése-y
na mitá la nueche
vida viva, encandilada.

Nun s’apagó.
Ta equí,
y too tien nome,
too tien materia y forma,
too tien pesu y espaciu.
Y anque-y cortaren la llingua,
bastaría-y la so palabra.

Equí,
nesta estensión de verdín
onde se termina’l mapa;
nesta vega entrestallada poles montañes
al sur,
nesta cornisa, al norte,
lo más al norte’l
cielu,
lo más al borde l’agua.

Equí, au llevamos
dende fai munchu tiempu,
a tientes, esperando
qu’esmesen la nublina,
que bilten les promeses,
que nun tiren los finxos,
que quiten la tarrancha.

Porque entovía nos queden
munchos díes de gües en llibertá
y paisaxe;
muncha navina nueva pa esbillar
y semala.

Quédennos entovía pueblinos
asomaos
al picu la guapeza
y molinos que suañen
a la vera una ñora
y empeños pa boriar con aguante
pegollos;
y borrones qu’afumen en cuanto
más orbaya
y casones esbeltes, con curuxa
y capilla,
con escudu y palombos.

Entovía nos queden branos
ensin pradiar, pa que la brisa enrede
pente’l tallu l’alfalfa
y afuraque la voz col remangu
los topos;
y crucie l’andolina, cola argaña
nel picu,
hasta l’aleru l’horru.

Porque tenemos muncho
pa esmarañar aína, con estos
deos tozones como garfios d’un
ancla.
Quédennos tradiciones qu’aúllen
pelos montes
y rinchen nes rodaes del carru
la rosada
y brillen nos güeyucos
ñerviosos del raposu.

Quédanos tierra abondo
pa que cuerran
los ríos,
quédanos aire abondo
pa que’l futuru esnale,
quédanos mar abonda
pa salar la esperanza.

Porque too tien nome,
identidá
y arroxu.
Too tien llingua propia,
condición
y palabra.



Homenaje y Memoria a Federico García Lorca en el 75 Aniversario de su asesinato.

Estos versos míos, quieren ser homenaje y memoria a Federico García Lorca ahora justo cuando se cumple el 75 aniversario de su brutal asesinato, cometido por los desalmados fascistas que asaltaron el poder legitimo y republicano para teñir de sangre y miseria a la mayor ciudadanía española. Lorca, espejo de tantos y tantos miles de hombres, mujeres y niños masacrados como él, desmembrados y ocultos, jamás por nuestro sentido común ignorados, no debe de permanecer más tiempo bajo las tierras más ocultas de España.
Como las cerezas del Verdeamor, de aquel árbol de la fruta prohibida de mi infancia, haciendo sombra y abanico a la casa de mi primera inocencia, contrapone la tristura del mayor de los crímenes fascistas al pie de un noble olivo que tanto engendró en él rima y bronceado poético. Es esta mi única canción sin música, para ser sentida sin aditamentos sonoros que oculten el tronar del corazón que late los mementos necesarios para que la memoria recupere y devuelva a su digno sitio, el privilegio y el merecimiento histórico de todos y cada uno de aquellos que aun siguen desterrados en las cunetas, en los barrancos, en las serranías, en los alrededores de los cementerios, o en los parajes miserables elegidos por quienes truncaron la legalidad vigente y democrática. Los que rompieron la armonía universal del poeta más grande y necesario.

COMO LAS CEREZAS DEL VERDEAMOR

Cuando ladraron los máuseres
empuñados por trémulas manos obedientes
a las órdenes asesinas de las estrellas rebeldes,
los resecos olivos, cabizbajos, sudaron sangre.
La resina pegajosa brotó más colorada que nunca,
rojo oscura, rojo intensa,
de idéntico color a las cerezas
encaramadas en el árbol de la infancia.
¡Cuanta paradoja!

Ramas perladas de rubíes, brotados a borbotones,
coágulos de dulzura, burbujas de inocencia,
pendientes y collarinos aromáticos,
fruto y sombra a la vera de la casa del Verdeamor.

En la sierra granadina,
aquél niño genial de treinta y tantos años,
fue asesinado brutalmente
cuando amanecía la desgracia,
cuando florecía la canalla más canalla.
Tintaron la tierra anaranjada con su sabia madura,
fontana de palabra escogida, derramada…
¡Maleficio de Bernarda!

Malditas bestias oscuras que enlutaron la miseria.

Sangre de Lorca que enfanga la historia.
La memoria incompleta, inacabada.
Quisieron olvidarnos al poeta, y al maestro,
y a los dos banderilleros, crucificados a su vera
como los ladrones del Calvario.



Como tantos y tantos hombres y mujeres,
paseados, chequeados,
en negras noches difuntas,
andaluzas, gallegas, extremeñas, asturianas…
Infinitas madrugadas sucesivas.

Dos, cuatro, cuarenta, cuatrocientos, cuatro mil,
cuatrocientos cuarenta y cuatro mil…
En fila india,
de dos en dos,
a pares,
por parejas,
como las astas del toro,
como las banderillas,
como la guardia civil…
como las cerezas.

A Federico García Lorca lo detuvieron
El 16 de agosto de 1936, en Granada,
su Granda
albaicina,
gitana.

En la sierra periférica de Víznar
lo fusilaron antes de rayar el alba,

¡Por poeta, rojo y maricón!

Rafa Lorenzo,
16 de agosto de 2011, fiesta de San Roque en Tineo mi pueblo y el vuestro.




Carlos Rodríguez nació en Tineo, estudió periodismo en Madrid y fue redactor de La Nueva España durante varios años, locutor-redactor y finalmente Director de Radio Nacional de España en Asturias  hasta su jubilación; también trabajó en TVE. Escritor, conferenciante, es sin duda el mejor comunicador asturiano que hoy se mueve por los escenarios de aquí y de allá. Su voz cálida y profunda da el realce y brillo necesario para hacer que el verso y la prosa en su declamación tome vida propia despegándose la letra imprensa en un halo sinfónico encantador. Entre otros menesteres, Carlos Rodríguez es el presentador oficial (voz en off) en la ceremonia anual de la entrega de los Premios Príncipe de Asturias.


LA ROSA de los vientos
pintada de colores
iluminaba el mundo.

Hacía que girara
para que el sol saliera por poniente;
y la sombra, con la aurora;
y que el viento llegase alguna vez
de donde nunca llega;
para que el Norte fuera Sur;
y África,
             Europa;
y Este, el Sureste.

Y el mundo (y tú con él),
tan campante y alegre
se movía a su aire.

Hoy la rosa no gira
y el viento está parado
y el sol va hacia el oeste
y la noche amanece con la tarde.



Soy ya el último dolor del día,
o quizá aquél que la imprevisible noche
guardaba silenciosamente en sus bolsillos.
Sé que vengo a deshora, cuando terminó
la sangre o la risa, en el día después,
mas también que no de otro modo debía yo venir,
inútil mensajero sin noticia, caída sombra
que extenuara al tiempo
cuando de toda palabra o sueño no quedara sino un olvido de ojos
bajo la ciega tierra.

(C) Santiago Montobbio
Absurdos principios verdaderos
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI


Que as traia de novo,

que quero berralas,

que quero dicilas

ben forte as palabras.

Levounas o vento

a cambio de nada.

Deixoume unhas follas,

rumores, borralla.

Palabras fermosas.

Palabras gastadas.

Palabras. Palabras.

No vento zoaban.

De "Na fogueira dos versos"
(ed.Xerais de Galicia)


Aunque camine sin rumbo por el prólogo inquietante de un deseo, por el prefacio inútil de los años que uno tras otro inevitables pasan,
aunque atónito me pierda en el acorde culpable de un relámpago, en el relincho impuro de un caballo en celo,
aunque cubra mi soledad desamparada con el hábito azul de las certezas, con la curva orgullosa donde se oculta el alma de los dioses,
aunque tapie el vacío de lo cóncavo con el miedo infantil de lo convexo,
aunque me venza tantas veces el cansancio,
yo sé quien soy,
yo sé quien soy y sé de donde vengo.

Mis antepasados sembraron el camino e hicieron del adobe hogar y amparo, luz del carburo, esperanza del hambre, mis antepasados inventaron la vía láctea y la ternura, el hierro y la canción en flor de espiga,
esos muertos míos que contemplan mi rostro testaron para mí su sufrimiento, el sudor y el arado, el corazón atravesado por gemidos sacrílegos, el calvario del pobre sin pan y sin historia,
aquellos hombres labraron mi conciencia, amasaron mi carne con manos amorosas, manos de mujeres de eternidad y luto, manos de madre, de arcilla, de tormento,
mis ojos son reflejo de sus ojos, mi pan producto de su hambre, mis palabras el grito de sus labios,
mis antepasados, muertos míos, hombres de lumbre y carámbano y dolor,
yo sé quien soy,
yo sé quien soy y sé cual es mi sitio.

La memoria es el territorio de la ausencia, memoria para tejer el lino y la sarga donde duerme el recuerdo, ausencia y humo, piel y escalofrío,
mi memoria se viste de pretérito para hablarme al oído, muy bajo, un bisbiseo,
la memoria es la brasa, es el carro, es la lanza, piedra que golpea sobre el vértigo de este vivir a rastras, la dignidad de quienes no tuvieron otra cosa que su orgullo y su pena,
mi memoria es la llave para abrir el lugar que a mí me toca, el sitio donde clavar los pies y resistir los envites astados del olvido,
mi memoria es de sangre, roja como la sangre, como la sangre roja, mi memoria, mi sitio,
yo sé quien soy,
yo sé quien soy y sé porqué yo escribo.

Para grabar con tinta incandescente -caligrafía indeleble que mana del espanto- la palabra justicia sobre el vientre de los poderosos, sobre el aterido aguijón del alacrán, sobre la frente añil de la ignominia,
para arropar mi soledad con frazadas de sílabas, palabras para tapar la oquedad aristada del invierno, frío en el corazón, palabra y lumbre, fuego para derretir los hielos de diciembre, solsticio en el alma, ay, una manta que cubra mi pobre desamparo,
escribo contra el silencio y la amnesia y el alivio sepulcral de los vencidos, contra la mirada tangente del centauro, contra el gesto otoñal del humillado, contra la luz cenital de las verdades, contra la hiel derramada de los patriarcas,
sí, piedra y lignito, barreno y honda, para vencer el peso insalvable de la muerte, esa muerte pequeña que baja las escaleras a mi lado, que bebe de mi copa, que fuma mis cigarros, frente a la muerte escribo para salvar de sus huellas mi camisa,
contigo, con tus besos, con tu dulce corazón y flor de mayo, a tu lado, contigo, para ti, para todos los que saben del llanto y las ortigas, fermento y cal, de la llanura interminable del deseo, para ti, para ellos, mis versos, mis entrañas, mis caricias, mis manos,
yo sé quien soy,
yo sé quien soy, nadie se llame a engaño.


Ramón García Mateos y Joaquín De la Buelga


(A Pepe, el de La Ribera, in memóriam)

Fue pronto, muy temprano. Pero tuvimos tiempo de despedirnos (lo de los funerales, puro trámite, como afirmabas tú muy a menudo). Me cogiste la mano y me pediste que te firmara un libro y te diera las gafas. Fue tan pronto que ni yo lo creía ni tú te lo esperabas. Pero hubo unas horas todavía y mientras recordamos aventuras y trances, yo medía lo mucho que cabe en un nombre, en cuánto te llevabas o se quedaba en mí, entre tu despedida y mi existencia.

La vida entera, la vida paso a paso, la cortedad del tiempo, la longitud del frío, las noches del verano, la playa de Bañugues, el fuego y la queimada, el sol sobre Moniello, las cunetas con cherva, los retos de la infancia, las fiestas de San Jorge, tu molino y la ñora, tu cara con las pecas, los domingos del Camping, tu casa en La Ribera.

Los años de instituto, tu vocación de escuela, la luz del Rompeolas, aquel viaje a los Lagos, tu apego a las hogueras. Los Stukas y Cuélebre, las romerías que hicimos, las obras de teatro, las carrozas, el Club, la iglesia vieja. Nuestra estancia en Santiago, las uvas de O Grobe, las vistas desde Vigo; las Cíes, la juventud, los sueños, la quietud de la ría y las mejilloneras.

Tu puerta abierta siempre, los sábados del Valpa, la época del Brumel y del Andros, el pop de Ricchi e Poveri, los días de los 80. La Marina, El Tomillos, Los Panchos y Mecano, las bravas, las mistelas. La colección de pósters, los guateques del Pósito, los primeros cassettes, las pandillas de siempre, las de los veraneantes. El brillo de la edad y las verbenas.

La lanchas y el cigarro, las risas con Maruja, las tardes con Teresa. La siesta tan sagrada. El olor del salitre y el tufo de la brea. El musgo de la rampa. La voz de las gaviotas. Las grandes caminatas. El Brisamar, las rocas del Fornón, la luna en Roballera, las brasas, las sardinas, las guitarras, alguna bronca que otra, algún enfado, algún capricho y muchas, muchas confidencias.

Cabe todo en un nombre. No somos más que un nombre. Tú estabas en la cama y yo pensaba: no puede ser tan rápido, no puede ser así. Pero así fue. Ahora estarás por siempre sobrevolando el turno de las horas, ceniza entre tu casa y las mareas.

(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
Imágenes: AGO, José Manuel Lozano, Flickr
MMXI


Cuando la historia da fe de la grandeza
y la grandeza es lema de sí misma;
cuando la tierra es de tan noble raza
que se agruma con gesto de pepitas,
no hacen falta papel ni testimonio
que verifiquen lo que ve la vista.

Cuando el propio relieve se empeña
en defender los lindes de una villa,
y fueron tantos los pueblos y los reyes
que encastraron aquí su biografía,
con batear un poco tu pasado
destella tu prestancia todavía:

Ahí están tus mansiones señoriales,
los gloriosos escudos, las familias
que llevaron el nombre de Tineo
a lo largo y a lo ancho de la vida.
Ahí están tus parroquias artesanas
de tu estirpe vaqueira y campesina.

Y ahí tu empeño en seguir siendo Asturias
y en mantener tus casas encendidas;
y en conservar tu esencia y afamarla
aunque sea con 'tseite' y con nabizas.
Y en reafirmar las bases de tu dolmen:
la agricultura y la ganadería.

Por eso hay escritores que aún te escriben
y poetas que jamás te olvidan;
por eso hay pintores que aún te dibujan
y cantores que siempre te musican.
Porque eres de los grandes el segundo,
en ayer y en hoy y en geografía.

Texto: Aurelio González Ovies
Musicalización e interpretación: Rafa Lorenzo


Non é doado
     inventar
        un amor
     cando un está só.
Necesitas inventarte
        un verso,
       un verso unicamente,
        para saber
       que existen
          corazóns
que nacen
        nun libro.



Ángel de amor
que hasta mi playa vienes
envuelto en la ola
de tormentosa furia.

Ángel viajero,
difuso y leve,
al menos deja
que un solo instante
mis torpes ojos
aún te contemplen.

Ángel de amor
acaso invento,
acaso anhelo,
de tu presencia el signo
que todas mis ansias llene.

Ángel de amor
silencio y prisa
cuando el ocaso
cuando el hastío.

Ángel de amor,
difuso y leve
nunca te marches
no me abandones.
Al menos deja
que un solo instante
mis ojos tristes
aún te contemplen.



(C) Enrique Pérez Díaz
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI


Yo soy el anarquista de las bengalas,
el anarquista único, el que permanece y pasa:
he tenido nombres en los que dormían las frutas
de los corazones raros. A todas horas trabajo,
y en especial cuando la gente afirma
que no hago nada. Sé lavarme el alma
sobre papel y nada, colocar bombas de relojería
en las ciudades que siento en las espaldas,
buscarle y con olvido las cosquillas a un amor
que prefiguro con distancia y a través de todo eso
seguir estando en todas partes habiéndome
marchado.
                   Porque yo soy
el anarquista de las bengalas. Cada vez
que enciendo una tu corazón
y mi corazón se apagan.

(C) Santiago Montobbio
El anarquista de las bengalas
Biblioteca íntima. March Editor.
Barcelona, 2005


Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
2011


Está bebiendo solo.

Pide que lo acompañe:
-"Salud, mi compañera."

Pero no veo la copa,
ni me encuentro los labios.

La levanta a la Luna:
- "Salud, brillante hermana."

Mas la Luna es abstemia también en primavera.

Cuando él vaya a lo alto,
habrá ya luna nueva
y no podré seguirle.
y el también será sombra.

Así hablaba la sombra.



QUÉ sería del amor
si Pablo no llegara a construir
Yolanda
eternamente
palabra.

Palabra que recibe una
noticia
y se muere de pena

palabra mensajera

palabra que recibe una carta
y llora de alegría
palabra donde
bebe
Platero
su reflejo
palabras caserón
con balcones abiertos a un relato de Márquez
y bananos y almendros
palabra con los pechos
descubiertos
palabra enamorada
de su heredad sintáctica
palabra pelirroja
en plena infancia

palabra adonde Julia
a pesar de los pesares
baja a limar la vida



palabras
palabras

palabras. Palabra
interrogante
como
el
cuello
muy
tierno
de una jirafa nueva.


Encontraría algo con más cielo

más aire
más geografía
que en algún pronombre.



Sólo queda una balanza
al borde de este concierto,
un equilibrio despierto,
un saxofón que descansa.
Ya descubrimos que a ultranza
existe un silencio atroz.
Imaginemos los dos
que la morada esté abierta,
o que rompamos la puerta,
y que al final esté Dios.

(C) Jorge Luis Peña Reyes
Éxodo para dos mitades
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
MMXI


Escribo para recordar un tiempo inexistente, pasado sin aristas al sur de la memoria, las horas que se fueron por el agua hacia el mar. Recordar es mentir, inventar ese bálsamo que endulce la amargura del instante perdido, la derrota insalvable en la dura pelea de la sombra y la luz. Escribir es mentir, y mintiendo, en palabras que se crecen, altivas, sobre el rostro imposible de todas las ausencias, construyo el horizonte, alzo mi casa al borde de un camino, hablo de amor y nacen las caricias, los besos y el perfume tan alto de tu boca. Con palabras de arcilla, con sílabas de cieno, con palabras de luna y sílabas de fuego.

Escribo rozando el corazón del aire, y en un verso desbocado, sin estribo ni brida, se hace el aire relincho —Rocinante del alba—, reclamando justicia, un bramido insolente contra el cielo argentado de los dioses absurdos, levantando su belfo en un grito de sangre, en un grito de espuma, en un grito que es aire de palabras y versos, palabras que me salvan de esta vieja e inútil y amarga propensión a todos los desastres.

Escribo desde el ancho deseo de quererte, de alcanzar los desiertos esquivos de tu cuerpo: tan cercano y tan mío, tan aroma y tan miel; escribo desde el ansia sin linde de caricias, de suspiros quebrados en un muslo de acacia y la piel de amatista y los besos en flor; escribo con la tinta azul de las quimeras, con el alma en un verso, con el pecho y el hígado, con el pulso y la sangre, con pulmón y riñones, dejando en las palabras el tiemblo de un acorde, el plectro sin consuelo que tañe el corazón.

(C) Ramón García Mateos
De ronda y madrugada
Voz
María García Esperón
Música
Nightnoise
MMXI


Me mordió el perro cruel de la ignorancia
Y me atacó la furia de los vientos
Nacidos en colinas de la ira
Que agostaron el valle de mis sueños.

Sufrí las lluvias ácidas de envidias
Vertidas desde nubes de desprecio
Que intentaron ahogar mis esperanzas
En cenagosos charcos de asco y miedo.

Supe de fratricidas delaciones,
De turbias intenciones despiadadas,
De males con perfiles acerados
Hundiéndose en el alma como espadas.

Y me asomé a los gélidos abismos
Donde se agolpan culpas olvidadas
Donde el dolor es norte sin estrella
Y en donde laten sangres derramadas.

Mordí la tierra seca con los ojos,
Sentí todos los males a mi acecho
Y el miedo desgarró mi resistencia
Sin poder defenderme de mi mismo.

El día renunció a sus resplandores
Y me agobiaron risas de desprecio.
Sentí el dolor sin luces ni gemidos
Y el peso de mi carne atormentada

Pero me alcé triunfante sobre el lodo
De tanta indignidad. Me dio su fuerza
Esa llama interior que no se extingue
Porque anida en los sueños más ocultos.

La tarde, ebria de frío, fue la escala
Que me elevó a las pálidas alturas.
Sereno, desde allí, miro hacia abajo
Y guardo en el olvido, sin rencores,
Los recuerdos amargos del pasado.


(C) Fernando Álvarez Balbuena
Marea Interior
Voz: Joaquín De la Buelga.
Selección Musical: Juan Taboada.
Realización video: María García Esperón
MMXI


Para Rosario: centinela de las aguas.
Ex 2: 4
Deja que el agua lo lleve
solo vigílale el río.
Pon al que ve en tu mirada,
no permanezcas en vilo.
Fabrícate una canasta
a la medida del hijo
donde no quepan tus brazos
de temor por el peligro.
Entrégalo a la corriente
que algunos llaman destino,
deja que el agua lo lleve
porque el Señor de los vivos
no solo ve la canasta
ve los ruegos y el abismo.
Abandónalo en sus brazos
confíale a Dios el río.
Pues el torrente en que viajan
los muchos troncos heridos
será la líquida madre
que ha de dar su pecho tibio.
Desata toda la sangre
y dale al agua el latido
Ama al viento y a los juncos
que Dios pone en el camino.
Pero no ocupes la barca
en la que viaja tu hijo.


(C) Jorge Luis Peña Reyes
Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
MMXI




Des souvenirs dormant dans cette chevelure
Ch. Baudelaire

Busqué en ella la mar
y era silencio en olas por la almohada.

La mano puse y sumergí los dedos
para apartar las algas.
Brillaban en la arena
piedras pulidas blancas.

Y entre las rocas,
una caverna honda
que los ecos guardaba
de una canción antigua
y el vino añejo en ánforas selladas.

La cabellera. Dibujo y caligrafía de Mabel Lavandera


Ya no soy hoja

              ni viento,

ni piedra,

ni soy el cierzo.



Ya no soy

           risa escondida,

ni nevada

          en el invierno.



Ya no soy

         calle empedrada,

ni camino

         polvoriento.


No soy hechizo de cera,

ni soy un rostro despierto.

Ya no soy pies que obedecen.

Ya sólo soy un recuerdo.





"Pedru Meleiru
na villa de Grao
llevaba la gaita
colgada de un palo
ahora non mio neñu, ahora non..."

Ea, ea, ea,
ea, ea, ea...
Dúrmase'l ninín...

Pielle los güeinos
sin faer pucheirinos,
nun dexu cantare;
yal cabu la siesta,
doi mamar la teta...

Pelegrín de somas,
pórticu la gloria,
mozada na fonte,
ensala ente nubles
nel suanu tan duce...

Ea, ea, ea,
ea, ea, ea...
Dúrmase'l ninín...

Versos d'alcurdanza
enternez la mama
cun voz del reitán
al morrer el día,
ya naz deseguida...

El llum de l'albada,
Visir de Graná,
txapela, ikastola,
o noivo da lúa,
feisán de mio Asturias.

Dúrmase'l ninín
que lu añica agora.

¡Federico García Lorca!



(C) Rafa Lorenzo
Intro: Pedro Meieru-popular (Torner-426)
Disco PRIMOS HERMANOS
Voz: Nati González. Producción: Juan Taboada. Discográfica del Principado, 2007
Imágenes:
Memoria digital de Asturias. www.asturias.es Realización video: MGE
MMXI






Mientras irreverente el agua impide las procesiones en Sevilla —inútil tragedia adornada con
       lágrimas gentiles— y un joven costalero desespera su soledad ante las cámaras, en
       este viernes santo de lirios y azucenas me arrodillo ante ti:
beso dulcemente los pies como palomas, tus pies donde comienza el vértigo adormecido del
       deseo, el ascenso hacia la canción de alminar y amanecida, como jacintos los dedos
       de aljibe en agua clara,
agua clara mis besos, saliva para lavar la piel y la memoria, lavo tus pies como María de
       Magdala, agua de rosas y aroma de azoguejo, mil olores como palomas amarradas a
       la agonía del corazón, saliva y besos para ungir tus pies con mi delirio,
delirio de cal, tobillos pavonados en imagen de escarcha, hiriente filo de la muerte, blanca la
      muerte, ciega la manzana que perfilan tus huesos y mis labios recrean, delirio de cal,
      perfume de jengibre,
raíz amarga, raíz que asciende por tus piernas, camino y tregua en busca de una rosa, nómada entre la
      arena, tuareg de los desiertos, punzón de agua que se clava en la arena, agua sin
      cauce para regar la rosa, para regar el tiempo,
el tiempo, galán de tafilete, es un reloj dibujado en tus rodillas, reloj de sol, clepsidra y agua,
reloj de sangre, quiero dar cuerda a ese reloj para que cante las horas que te amo —
tic-tac—, las horas y los días —tic-tac—, amante con cadenas, esfera del ocaso y
luz de seda,
     la seda de los muslos cubre el rostro de mi ansia de ti, ansia y espejo, como verónica que en
medio del albero quiebra al toro, mi rostro cubierto por la seda, tus muslos susurran
en mi oído, ay, por el arco de Elvira quiero verte pasar, para beber tu nombre y
ponerme a llorar, por el arco de Elvira,
     por el arco que abre las puertas de mi nombre, que abre las puertas de la noche en la ciudad
del aire, ojivas son las ingles, arco y madera de cerezo, para la redención madera,
viernes santo en Sevilla, cirios borrados por el agua, plaza de Santa Cruz y de
rodillas,
     de rodillas, sólo ante ti yo de rodillas en este vía crucis de pasión, mi amor, mi cruz de mayo,
cruz donde clavar la tarde y mi deseo, con lirios y azucenas, mientras junto al
Guadalquivir la lluvia deshoja lágrimas de cera y yo cruzo la puerta que se abre,
última estación, sagrario y cielo.

(C) Ramón García Mateos
Voz: María García Esperón
Música: Oración. Manolo Sanlúcar
MMXI


57

LA FRUTA REDONDA DEL AMOR,
su última puerta, que a Dios
nos lleva, o corazón adentro,
a tierras frescas, donde
fermenta el tiempo y por una vez
adquiere sobre labios un sentido.
La fruta redonda del amor.
Vale la pena empeñar la vida
en subir al árbol que la tenga.
Pero no siempre la mano llega.
Vivir es más difícil. A veces vivir
es vivir sin amor, y alentar escondido.
Pero también nos nutre lo perdido.

14 marzo 2009


Tienes un alma errabunda,
peregrina y trashumante,
el alma de un pez que,
siempre se va contracorriente,
se va lejos, se va cerca,
pero de mí,
siempre,
se va.
Tienes alma de pez
y no conoces del dolor
de no tenerte aquí,
cuan incierto es verte cerca
y sentir que te vas lejos,
tanto como habrá de
llevarte esa alma tuya,
de pez inquieto,
trashumante y errabundo,
peregrino pez que
me hace llorar océanos
de ausencia y desvarío
cuando tratando de
seguir el curso de tu alma
también me vuelvo yo
un pez errante y solitario,
triste pez sin alma ni consuelo,
trashumante en mi dolor
sin otra causa que seguirte
a ver si un día me devuelves
tu alma de pez que,
antes, fuera mía…


(C) Enrique Pérez Díaz
Voz: María García Esperón
Música: Kitaro


IV

EN tus dominios las horas surgen de la nata,
de los campanarios del deshielo, del alma de la leche.
Esta es la estación de las promesas,
el mes por donde cruzan los afluentes del tiempo
y donde cogen agua las almas sin oficio.
No tengas miedo; la eternidad es húmeda
como los besos tiernos de una boca inundada.

Deja aquí nuestras cosas,
esta es la temporada de frutos deliciosos,
de américas y tangos maduros de coraje.
Deberías ponerte este pañuelo para pisar la vida
que palpita en las uvas
y viajar a la siega de nombres imposibles.
Canta como si hubieras estado muchas veces enamorada
del verano,
como si hubieras ido muchas tardes a las tradicionales
danzas de las espigas,
como si hubieras nacido para morir en una vieja mina
de amapolas.

Estas tierras han sido reservadas para el más allá
de los desesperados.
Por aquí han pasado muchos otros a preguntar a dios
cuántos pasos nos quedan al destino.
No tengas miedo; come unas bayas de esa esperanza roja
de la sangre del mundo;
prométeme, prométeme. Esta es la estación de las promesas:
de decir que estás acostumbrándote a no llevar la carne,
de empezar a ser un girasol de cicatrices,
de celebrar el llanto de la Naturaleza.

La mentira está dentro de todos los arbustos,
de todos estos seres que han echado raíces
sobre sus propias sombras,
pero tú necesitas una droga de barro,
un tallo de papiro que conserve los signos
de tu belleza acuática.

Aquí las horas no dejarán huella en tu mirada
porque las horas surgen de la leche que ordeñan los
montañeros,
de las ubres hinchadas de una madre parida.
Yo te prometo ser el campesino de todos tus dominios,
la voz que te detenga la lluvia y el granizo
cuando estén en flor aún los cerezos dispersos por tus labios;

Esta es la estación de las promesas,
el tiempo en que la tierra se abre como los sexos insaciables,
es la estación más larga de la vida.