(A Pepe, el de La Ribera, in memóriam)

Fue pronto, muy temprano. Pero tuvimos tiempo de despedirnos (lo de los funerales, puro trámite, como afirmabas tú muy a menudo). Me cogiste la mano y me pediste que te firmara un libro y te diera las gafas. Fue tan pronto que ni yo lo creía ni tú te lo esperabas. Pero hubo unas horas todavía y mientras recordamos aventuras y trances, yo medía lo mucho que cabe en un nombre, en cuánto te llevabas o se quedaba en mí, entre tu despedida y mi existencia.

La vida entera, la vida paso a paso, la cortedad del tiempo, la longitud del frío, las noches del verano, la playa de Bañugues, el fuego y la queimada, el sol sobre Moniello, las cunetas con cherva, los retos de la infancia, las fiestas de San Jorge, tu molino y la ñora, tu cara con las pecas, los domingos del Camping, tu casa en La Ribera.

Los años de instituto, tu vocación de escuela, la luz del Rompeolas, aquel viaje a los Lagos, tu apego a las hogueras. Los Stukas y Cuélebre, las romerías que hicimos, las obras de teatro, las carrozas, el Club, la iglesia vieja. Nuestra estancia en Santiago, las uvas de O Grobe, las vistas desde Vigo; las Cíes, la juventud, los sueños, la quietud de la ría y las mejilloneras.

Tu puerta abierta siempre, los sábados del Valpa, la época del Brumel y del Andros, el pop de Ricchi e Poveri, los días de los 80. La Marina, El Tomillos, Los Panchos y Mecano, las bravas, las mistelas. La colección de pósters, los guateques del Pósito, los primeros cassettes, las pandillas de siempre, las de los veraneantes. El brillo de la edad y las verbenas.

La lanchas y el cigarro, las risas con Maruja, las tardes con Teresa. La siesta tan sagrada. El olor del salitre y el tufo de la brea. El musgo de la rampa. La voz de las gaviotas. Las grandes caminatas. El Brisamar, las rocas del Fornón, la luna en Roballera, las brasas, las sardinas, las guitarras, alguna bronca que otra, algún enfado, algún capricho y muchas, muchas confidencias.

Cabe todo en un nombre. No somos más que un nombre. Tú estabas en la cama y yo pensaba: no puede ser tan rápido, no puede ser así. Pero así fue. Ahora estarás por siempre sobrevolando el turno de las horas, ceniza entre tu casa y las mareas.

(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
Imágenes: AGO, José Manuel Lozano, Flickr
MMXI